La fiesta principal de los cristianos es la pascua en la que se celebra el gran acontecimiento de la resurrección de Jesús, el Señor. Los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas (Mt 26,26-29; Mc 14,22-25; Lc 22,19-20) nos relatan la “última cena” celebrada por Jesús junto a sus discípulos como una cena de pascua. Está presente el pan ázimo, dos copas de vino (en Lc) y unas bendiciones pero el significado nuevo dado por Jesús a la comida es el anuncio de su propia muerte, ya no se conmemorará la salida de Egipto, sino la muerte del Señor como sacrificio pascual. La idea del sacrificio pascual la desarrollará más el evangelio de Juan al mostrar a Jesús como “el cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1,29). El cuarto evangelio hace coincidir la muerte de Jesús con el sacrificio de los corderos pascuales. Así en Jn 19,14 al momento de su sentencia a muerte y luego en Jn 19,36 aplicando a Jesús lo prescrito sobre los corderos en las leyes de Ex 12,46 y Nm 9,12. Es decir, Jesús muere al mismo tiempo en que las familias judías acudían al templo a sacrificar a los corderos para celebrar la pascua.
Esta teología del cordero pascual del cuarto evangelio marcará profundamente el cristianismo primitivo y san Pablo en su primera carta a los Corintios la desarrollará diciendo: “eliminad la levadura vieja, para que seáis masa nueva ya que sois ázimos, porque nuestro cordero pascual, Cristo, ha sido sacrificado. De manera que celebramos la Pascua no con levadura vieja, ni con levadura de perversidad y maldad, sino con ázimos de pureza y verdad” (1Co 5,7-8). Así mismo la primera carta de Pedro exhorta diciendo:
“Sabiendo que habéis sido liberados de la conducta estéril heredada por tradición, no con cosas corruptibles -oro o plata- sino con la sangre preciosa de Cristo, como cordero sin defecto ni mancha” (1P 1,18-19). Tanto la carta primera a los Corintios como la primera carta de Pedro insisten en la importancia del sacrificio redentor de Jesús. Su muerte dada gratuitamente para todo el mundo tiene un valor expiatorio superior a todos los sacrificios y leyes del antiguo Israel.
Para concluir pensemos que esta pascua que nos regala el Señor es un momento muy importante para la Iglesia al tener un nuevo Papa. Como una manera de reflexionar la importancia del acontecimiento pascual válido para nuestro tiempo actual, guardemos estas primeras palabras del santo Padre, llenas de sabiduría, que ponen el acento en los aspectos centrales de la pascua cristiana, a saber, la entrega de Jesús por amor, la eucaristía como fuente de unión con él y la alegría de la resurrección como acontecimiento del presente y no del pasado:
“Vivir la Semana Santa es entrar cada vez más en la lógica de Dios, en la lógica de la Cruz, que no es en primer lugar la del dolor y la muerte, sino la del amor y la de la entrega de sí mismo que da vida” (Francisco, Audiencia general del 27 de marzo de 2013).
“En la Última Cena, con sus amigos, comparte el pan y distribuye el cáliz “para nosotros”. El Hijo de Dios se ofrece a nosotros, ofrece en nuestras manos su Cuerpo y su Sangre para estar siempre con nosotros, para habitar entre nosotros”. (Francisco, Audiencia general del 27 de marzo de 2013)
“Lo que era un simple gesto, algo hecho ciertamente por amor – el ir al sepulcro -, ahora se transforma en acontecimiento, en un evento que cambia verdaderamente la vida. Ya nada es como antes, no sólo en la vida de aquellas mujeres, sino también en nuestra vida y en nuestra historia de la humanidad. Jesús no está muerto, ha resucitado, es el Viviente.” (Francisco, Homilía vigilia pascual 30 de marzo de 2013).
EQUIPO RELIGARE
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