Debemos meditar un poco sobre esto que nos pasa: Sentir miedo, porque sentimos miedo. Porque también los discípulos del Señor, cuando El fué apresado sintieron tanto miedo que huyeron y fueron a esconderse, también sintieron terror cuando la barca se hundía y cuando lo vieron andando sobre el mar, pensaron que era un fantasma y se pusieron a gritar. Pero enseguida El habló y les dijo: "¡Tengan ánimo; soy Yo, no teman!" En estas palabras encontramos la solución al miedo, Jesús siempre viene en nuestro auxilio, Él siempre nos extiende sus manos, pero somos nosotros los que tenemos que aferrarnos a ellas. Recordemos que incluso Jesús también sintió miedo cuando se acercaba su Pasión, pero El también fué confortado cuando clamó al Padre.
Entonces, cuando el miedo se apodere de nosotros, clamemos a Jesús, Él tiene poder para calmar las aguas y el viento en las tormentas, cuanto más calmará las tormentas de nuestros atribulados corazones. Confiemos en Él, pues venció la muerte, está a la diestra del Padre, y enviará al Espíritu Santo a confortarnos. Pero creélo en tu corazón y en tu mente, porque la Palabra de Dios es verdadera.

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