sábado, 26 de julio de 2014

LA ANÉCDOTA SOBRE LOS VINOS

En ese momento, Olazábal se dirigió a Guillermo:

— Dígame, ¿quiere usted saber la que se ha mandado nuestro general?

Instintivamente, Rodríguez miró el rostro del aludido, y Olazábal agregó:

— Sepa que está en presencia del más señalado defensor del vino de Mendoza.

Ambos hombres miraron a San Martín, quien esbozó una sonrisa:

— Hable usted, Manuel, que ésa es una historia para matarse de risa.

El coronel comenzó a hablar:

— El otro día vinieron desde Chile el colombiano Mosquera y el señor Antonio Arcos, jefe de ingenieros del ejército en otra época. Los dos iban a Buenos Aires. Yo estaba acá, porque había venido a almorzar con el general, y cuando llegué lo vi que estaba en un dormitorio de esta casa, con una imprenta chica puesta en la mesa y 4 botellas de vino, timbrando varios papelitos como los que tienen los licores. Y me preguntó si adivinaba lo que estaba haciendo. Yo le dije que no, y me comentó que cuando salimos para Chile, él había dejado en esta chacra 50 botellas de vino moscatel, que le había regalado don José Godoy, y que don Pedro Moyano le había traído 12 de éstas y, como tenía de invitados a Mosquera y a Arcos, y también a mí, pensaba pedirlas para los postres, para que yo viera cómo somos los americanos. A las botellas del vino de Málaga les había puesto etiquetas del vino de Mendoza, y a las del vino de Mendoza, etiquetas del vino de Málaga.

— ¿Y qué pasó?

— Después de la comida, pidió que trajeran los vinos, diciendo: “Vamos a ver si están ustedes conformes conmigo, sobre la supremacía de mi vino mendocino”, y fue que hizo servir el vino de Málaga que tenía el rótulo de Mendoza. Los invitados dijeron que era rico, pero que le faltaba fragancia. Y ahora se llenaron otras copas con la botella del rótulo del vino de Málaga; dijeron que había una diferencia muy grande, porque éste otro era exquisito, sin comparación.

San Martín estaba oyendo, y ahora sonreía más abiertamente.

— Ahí nuestro anfitrión se les empezó a reír en la cara, y les dijo que todos ellos eran unos pillos que se dejaban alucinar con rótulos extranjeros. Y les reveló la trampa que había hecho.

Aquello era para reírse a las carcajadas, y ésa fue la reacción de Guillermo.

El dueño de casa consideró necesario hacer una acotación:

— Si no apreciamos lo que tenemos, caeremos bajo las redes de otro pescador. Porque el hombre que viene de afuera no nos viene a hacer favores, como bien lo dejó dicho por escrito el finado doctor Moreno. Así somos los americanos; siempre con la debilidad y la preferencia por todo lo extranjero. El hombre sabio tiene bien presente que la realidad no es la que el vecino le enseña, sino sólo lo que el vecino quiere que él vea.

de la novela "Vivir como hombre", de Ricardo E.Falanga, 2013.

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