martes, 1 de julio de 2014

Un poco de historia argentina...yo no sabia quien era Elpidio González pero si es como narran, un aplauso para el

Termino de escuchar la noticia de que al Vicepresidente de la Nación Amado Boudou le acaban de dictar procesamiento por hechos de corrupción y se me vino a la cabeza algo que leí alguna vez sobre este otro hombre que paradójicamente también ocupo ese mismo cargo y se llamaba Elpidio González.
Después de haber trabajado en política toda su vida y de haber ejercido varios cargos públicos, entre ellos el de Vicepresidente de la Nación Argentina durante la presidencia de Marcelo T. de Alvear, se retiró de la política y nadie supo más de él.
Cierto tiempo después un diputado en funciones lo vio en las recovas de Once, con una valija, vendiendo betunes, pomadas y cosas afines, por lo que se dijo [a sí mismo]: “no puede ser que alguien que ha dado tanto por la Patria viva en estas condiciones”. Presentó en el Congreso una Ley que permitiera darle al viejo político una vejez decente y así fue aprobada la primera Jubilación de Privilegio.
Pero he aquí lo más sabroso de esta historia: Cuando le fueron a dar la noticia al viejo caudillo, éste la rechazó diciendo: “que mientras tuviera dos manos para trabajar, no necesitaba limosnas”.
Cierto domingo de un frío invierno, al mediodía, un anciano, pesándole más los años que el maletín de gastado cuero cargado de betún y anilinas Colibrí para los zapatos con que se ganaba la vida, vistiendo un traje gris, pobre y limpio y la barba, larga pero cuidada, subió a un tranvía.
Después de sacar el boleto se sentó al lado de un señor que venía leyendo un libro.
-“Cantos de vida y esperanza”, un buen libro de Rubén Darío. -le dijo el anciano al pasajero lector, y luego se enfrascó en sus cosas sin prestarle más atención.
El anciano contaba ahora, algunas monedas que había obtenido de la venta del día..
-Y sí, es él, -pensó el lector; ese al que ahora se le caía una moneda de un peso y se levantaba cansinamente a recogerla. Era él, el mismo que decían que vivía en un cuarto de la calle Cerrito que se venía abajo; el mismo que había rechazado una pensión que le correspondía; el amigo de Yrigoyen; el vicepresidente de Alvear... el que tampoco aceptó una casa que el gobierno quiso darle para que viviera como merecía. Sí, era Elpidio González.
El viejo político, con la moneda recuperada en su mano, jadeó un poco. Se había agitado al agacharse a recogerla. Y, como justificándose, dijo a su vecino, al sentarse nuevamente junto a él:
-Si no la uso para limosna, la usaré para comer.
Y en la siguiente parada se alejó hacia la puerta trasera, como un espectro, para irse.
- ¡Oiga, señor González! -le dijo el viajero-, sírvase guardar el libro que le agrada con usted.
Sería un honor para mí que lo aceptara.
El anciano le miró agradecido y, cerrando los ojos, le dijo con convicción y humildad:
-Un funcionario, aunque ya no lo sea, no acepta regalos, hijo. Y, además, recuerdo bien a Darío, mejor que a los precios de las pomadas:
“...y muy siglo diez y ocho, y muy antiguo, y muy moderno; audaz, cosmopolita; con Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo, y una sed de ilusiones infinita… ”
Después de recitar su estrofa, tras la parada, el anciano bajó del tranvía y se perdió en la historia, con toda la riqueza de su pobreza -guardada en un maletín viejo, lleno de pomadas, y de unas pocas monedas escurridizas.
Un hombre olvidado, quizás, porque es un espejo en el cual muy pocos -o acaso nadie en la política argentina de hoy- pueda mirarse... ELPIDIO GONZÁLEZ
Lo recordamos, rechazó toda pensión del estado que le correspondiera, y había sido: diputado nacional, ministro de Guerra, jefe de Policía, vicepresidente de la República, ministro del Interior y, finalmente, preso político durante dos años, tras el derrocamiento del gobierno democrático de Yrigoyen, que integraba.

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