martes, 16 de febrero de 2016

James Rhodes: "Lo peor del abuso, peor que el acto físico, es cuando el pedófilo te traslada el mensaje de que no podés contárselo a nadie"

James Rhodes: "Lo peor del abuso, peor que el acto físico, es cuando el pedófilo te traslada el mensaje de que no podés contárselo a nadie"
Profesión: pianista
Edad: 40 años
El nombre de James Rhodes llegó a las salas de concierto después de los detalles de su estremecedora biografía. Abusado de niño y con varios intentos de suicidio encima, se las arregló para ganar notoriedad primero como blogero en la sección musical de The Telegraph y The Guardian y después como concertista
Mucho antes de convertirse en un concertista de piano de fama internacional, mucho antes de protagonizar uno de los juicios más importantes de la historia reciente de la industria editorial, James Rhodes era "un niño lleno de vida". "Lo que recuerdo es que era feliz", explica recurriendo a la tercera persona, de tan lejos que le queda hoy aquel niño. "Le gustaba la música, le gustaba bailar, ver la tele. Un poco rarito, un poco sensible, pero era un chico normal. Y, de repente, fue como pasar del technicolor al blanco y negro".
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Quien empujó a Rhodes a lo que él llama la versión autómata de sí mismo fue un profesor de gimnasia llamado Peter Lee, que lo violó repetida y salvajemente desde los seis hasta los diez años en un cuartucho sin ventanas de un colegio londinense. "¿Quieren saber cómo arrebatar a un niño todo lo que le hace ser niño? Viólenlo", resume Rhodes.
Lleva montado desde entonces en una montaña rusa. Sumido en una lucha de fuerzas que le llevan a sobrevivir y a destruirse. Intentos de suicidio, internamientos en hospitales psiquiátricos, drogas, autolesiones. Tocar el piano, agarrarse a la música como a una tabla de salvación. Forrarse en la City, arrastrarse por los bajos fondos de Edimburgo. Tener un hijo. Amar incondicionalmente. Caer, levantarse, volver a caer y levantarse de nuevo, con la ayuda de la música.
Hoy, a los 40 años, James Rhodes es feliz. Aunque sabe que nunca podrá cantar victoria, que está siempre "a dos malas semanas de distancia de un pabellón cerrado".
Tardó 30 años en contar su historia, pero, al final, lo ha logrado. "Lo peor del abuso, peor incluso que el acto físico, que es durísimo, es lo que pasa cuando el pedófilo te traslada el mensaje de que no puedes contárselo a nadie", relata. "Todos lo hacen. Así te convierten en cómplice del abuso. Porque al día siguiente o a la semana siguiente, cuando estás con él delante de otra gente y sonríes, y finges que todo es normal porque tienes que hacerlo, porque es tu profesor, o tu padre, o tu cura, o tu tío, entonces te conviertes en un accesorio. Eres el cómplice de un crimen. Y si lo haces durante el suficiente tiempo, acabas sintiendo que es tu culpa. Tuviste oportunidad de hacer algo, no lo hiciste, y ahora es demasiado tarde. Esa es una responsabilidad horrorosa, terrible para cargársela a un niño".
Rhodes escribió un libro en el que cuenta su experiencia: Instrumental. Memorias de música, medicina y locura es un relato estremecedor sobre las consecuencias de los abusos sexuales a un niño, pero también sobre las virtudes sanadoras de la música, que acudió a su rescate siempre que tocó fondo.
El libro fue traducido a 15 idiomas y se ha convertido en un pequeño fenómeno editorial. Pero el solo hecho de que haya llegado a las librerías tiene algo de milagroso. Y no solo porque, durante algunos momentos de su biografía, pareciera insensato albergar la esperanza de que Rhodes llegara a los 40. Su ex mujer lo demandó para impedir que la autobiografía viera la luz, temerosa del efecto que podría causar su lectura en el hijo de ambos. La denuncia dio pie a 14 meses de agrio litigio, después de que el tribunal de apelación dictara una orden que impedía a Rhodes no sólo publicar su libro, sino contar su historia en cualquier otro medio.
El pasado 20 de mayo un tribunal levantó la prohibición argumentando que "la libertad de contar la verdad es un derecho básico al que la ley otorga una muy alta protección". El veredicto fue saludado como un hito en la defensa de la libertad de expresión.
Cinco meses después del veredicto, James Rhodes sigue emocionándose cuando evoca su vida en un impersonal pisito del oeste de Londres al que acude por las tardes a tocar el piano. Su cuerpo menudo se mueve de atrás adelante en la silla y sus ojos, tras las gruesas gafas de pasta, se clavan en los de su interlocutor. "Ha sido aterrador", confiesa. El libro no escatima en detalles, como lo demuestra este fragmento citado en la sentencia del Supremo: "Abusos. Menuda palabra. Violación es mejor. Abusar es tratar mal a alguien... Es muchísimo más que un abuso. Es una violación con ensañamiento, que provoca múltiples operaciones, cicatrices (internas y externas), tics, trastorno obsesivo-compulsivo, depresión, ideación suicida, enérgicos episodios de autolesiones, alcoholismo, drogadicción, complejos sexuales, confusión de género, confusión sexual, paranoia, desconfianza, una tendencia compulsiva a mentir, desórdenes alimentarios, síndrome de estrés postraumático, trastorno disociativo de la personalidad (un nombre algo más bonito que le han puesto al síndrome de personalidad múltiple), etcétera, etcétera, etcétera".
Hoy, Rhodes vive en Londres con su segunda mujer, de la que dice estar profundamente enamorado. Su hijo, de 12 años, vive en otro país con su madre. Se ven varias veces al año y se comunican semanalmente por Skype.
-¿Teme el momento en que su hijo decida leer Instrumental?
Si me busca en Google verá rápidamente todo. Pero yo prefiero sentarme con él y decirle que esas cosas que aprende en el colegio sobre extraños, sobre pedófilos, me pasaron a mí cuando era más joven. Que no hablé antes de ello porque pensé que mejoraría las cosas, pero de hecho las empeoró. Que ya de adulto ingresé en un hospital y ahora me va muy bien. ¿No es eso genial? Ese es el mensaje que me gustaría transmitirle, más que el de que esto nunca pasó, que no es posible hablar de ello. No podemos simplemente silenciar temas ­sobre los que es difícil hablar. Esto puede ser un estímulo para que los jóvenes hablen de cómo se sienten, de las cosas que les resultan difíciles.
-¿Qué hará usted cuando lo lea?
-Siempre lo he escrito pensando que en algún momento lo leería. No querría que lo leyera y me odiara, claro. Pero si lo lee, me gustaría que nos fuéramos juntos a cenar y tuviera la oportunidad de decirme: "¿Sabes qué, papá? Estoy furioso. ¿Cómo puedes haber hecho esto?". O al revés: "¡Esto es fantástico!".
-¿Le bastaría con eso?
-Sí. Qué cosa más maravillosa poder decirle a tu chico: "Puedes odiarme, puedes estar furioso conmigo, que yo aquí seguiré, seguiré pagando tu puta hipoteca, seguiré asegurándome de que no tengas que hacer un trabajo que odias. Lo entiendo perfectamente, puedes estar todo lo cabreado que quieras, pero nada podrá impedir que te quiera. Nada. Es imposible. Es un imperativo biológico que vas a ser la cosa más importante para mí en la vida. Para siempre. Fin de la historia".
En Instrumental, entrelazado con la narración del trauma y sus con secuencias, está el relato de cómo Rhodes aprendió a amar la música, y de cómo esta ha iluminado la oscuridad que se apoderó de su vida en aquel cuarto sin ventanas del gimnasio escolar. "La música es la más profunda de las artes. Cuando la escucho, no pienso. Conjura las imágenes, los sentimientos, libera dopamina. La música hace las cosas mejores, más manejables. Es una gran evasión".
La música llamó a su puerta cuando tenía 7 años, en forma de un casete que contenía la Chacona para violín solista en re menor de Bach, transcrita para piano por Busoni. Esa cinta, escuchada en su walkman Sony, se convirtió en su refugio. "En la música pop, la mayoría de las veces hay una emoción a lo largo de toda la pieza: una canción triste o una canción muy animada y feliz", explica. "Pero la música clásica es diferente. Esta pieza, en el transcurso de 15 minutos, te lleva por todas las emociones. Yo ni siquiera las había experimentado hasta que la conocí. Esta música es infinita, inmortal. Por eso la escuchamos 300 años después de que Bach la escribiera. Y le garantizo que en 300 años más la seguiremos oyendo y diremos: '¡Cómo es posible, cómo ha podido alguien escribir esto!"
A Rhodes se le suele describir como autodidacta, lo cual no es del todo exacto. Pero su formación, desde luego, no es la habitual en un concertista de piano. Empezó a tocar en un internado al que fue a los 10 años, convertido en un niño de lo más raro que tenía tics, se hacía pis en la cama, estaba ido y parecía extraño. "El piano estaba en un cuarto con una puerta que podía cerrar", recuerda. "Estábamos solos, el piano y yo. Era una gran manera de esconderme, de escaparme, de ser yo mismo en mi pequeño mundo".
Empezó a ir a clases y, a los 18 años, le ofrecieron una beca para estudiar piano en la Guildhall School. Pero la rechazó. "Me faltaba la técnica y, además, mis padres se negaron de plano", aclara. "Qué espantoso es tener una pasión que dicta cada segundo de tu vida y carecer de la valentía moral para desarrollarla."
En lugar de eso, se matriculó en la Universidad de Edimburgo. Pasó allí un año lleno de alcohol y drogas, que condujo a su primer ingreso en un psiquiátrico. Luego se trasladó a París, donde permaneció limpio y trabajó en un Burger King. A su regreso a Inglaterra, se metió en la City londinense, ganó mucho dinero y se casó con la madre de su hijo.
Durante ese paréntesis musical de diez años, Rhodes estuvo relativamente estable, pero se sentía tan infeliz que tuvo que volver al piano. Mandó una botella de un carísimo champán a Franco Panozzo, agente de su admirado Sokolov, y le ofreció ser su socio en Londres. Quedaron en casa de Panozzo y, cuando este le vio tocar el piano, le dijo que no podía dedicarse a representar a otros: él debía ser concertista de piano. A continuación le organizó unas clases con el reconocido profesor Edoardo Strabbioli, en Verona.
Rhodes se convirtió en el primer pianista clásico en firmar un contrato con una de las majors de la música. Ha publicado cinco discos, con nombres tan poco clásicos como Cuchillas de afeitar, pastillas pequeñas y pianos grandes (2009) o Ahora podrían por favor todos los freudianos echarse a un lado (2010). Colabora en distintos periódicos británicos y ha protagonizado diversas series documentales sobre música para la televisión.
Entre todo ello, tuvo un hijo. Lo más feliz que le ha sucedido, pero, al mismo tiempo, el detonante de que los "ecos" de su pasado se volvieran "chillidos". "Nunca lo olvidaré", rememora. "Te sientas con tu mujer embarazada y nadie te dice: «Por cierto, si tiene usted una historia de abusos, prepárese». Cuando nace te das cuenta de que eres capaz de amar incondicionalmente. Me tiraría delante de un autobús sin pensarlo para salvar a esa criatura. No hay nada más poderoso que ese amor. Lo miras y piensas: «Joder, cómo puede una persona hacerle a alguien de este tamaño lo que me hicieron a mí». No pude procesarlo. Y luego vino el miedo de que pudiera pasarle a él. Casi me mató."
Más o menos cuando su hijo llegó a la edad que tenía él en los días en que empezó a sufrir abusos, Rhodes comenzó a autolesionarse: en el libro describe con perturbador detalle los cortes que se hacía con las cuchillas de afeitar. "En 20 años no he tomado ni una copa ni me he drogado", asegura. "Pero la adicción que más me ha costado superar es la de las autolesiones. Es una epidemia, sucede en todo el mundo, en todos los estratos sociales. Afortunadamente, también lo he dejado." En el antebrazo, que antes siempre se preocupaba por cubrir, ahora tiene tatuado el nombre de Rachmaninov en caracteres cirílicos, como si el compositor hubiera acudido, una vez más, en su auxilio.
Cada capítulo del libro lo abre una pieza musical -todas se pueden escuchar en una lista de Spotify-, con unas pinceladas sobre cada compositor. "Es importante acabar con el mito de que esos compositores estaban locos", dice. "Aparte de Schumann, que era bipolar, la mayoría no eran enfermos mentales. A veces tenían depresiones o cambios de humor. Pero compusieron a pesar de ello, no debido a ello. La creatividad es señal de salud mental, no de enfermedad. Odio esa idea del artista loco en el ático escribiendo en las paredes con su propia mierda. Eso mentira. Eso es Hollywood."

Su actual mujer, su hijo, la música y los abusos. Cuando Rhodes enumera los hechos que han marcado su vida, encuentra motivos para el optimismo. "¡Tres de los cuatro son buenos! ¡Un 75%! Eso es genial", bromea. "La música, vivo rodeado de ella. Mi hijo, pienso cada día en él, y hablamos siempre que podemos, él es un milagro. Y Hattie [su mujer], intento ser el mejor marido y siempre me quedo corto."
-¿Por qué tardó tanto en contar su historia?
-La vergüenza es el mayor y más peligroso legado del abuso sexual. Sigue ahí, ha sido muy incómodo escribir el libro. Darte cuenta de que, cuando vas en el metro y alguien te reconoce y ha leído el libro, sabe cosas muy íntimas de ti. Pero siento que ahora estoy en un lugar lo suficientemente sólido como para pagar ese precio, para sentir esa vergüenza.
-¿Por qué es importante alzar la voz?
-Estoy harto de abrir los periódicos y leer sobre pedófilos. Me pareció importante salir y decir: «Esto me pasó a mí, y así es como salí». Supongo que sería más sencillo hacer como si nunca hubiera ocurrido. Pero yo no podía vivir conmigo mismo silenciándolo.
-Peter Lee murió sin haberlo leído.
-La primera vez que hablé sobre esto en una entrevista, una profesora del colegio lo leyó, ató cabos y fue a la policía. Gracias a su testimonio encontraron a Lee y lo detuvieron. Era profesor de boxeo para niños a tiempo parcial. ¿Qué podría haber pasado si no hubiera contado esta historia?

lunes, 15 de febrero de 2016

¿Qué se siente al ser vieja?




El otro día, una persona joven me preguntó: -¿Qué sentía al ser vieja?-
Me sorprendió mucho la pregunta, ya que no me consideraba vieja. Cuando vio mi reacción, inmediatamente se apenó, pero le expliqué que era una pregunta interesante. Y después de reflexionar, concluí que hacerse viejo es un regalo.
A veces me sorprendo de la persona que vive en mi espejo. Pero no me preocupo por esas cosa mucho tiempo. Yo no cambiaría todo lo que tengo por unas canas menos y un estomago plano. No me regaño por no hacer la cama, o por comer algunas "cositas" de más. Estoy en mi derecho de ser un poco desordenada, ser extravagante y pasar horas contemplando mis flores.
He visto algunos queridos amigos irse de este mundo, antes de haber disfrutado la libertad que viene con hacerse viejo.
-¿A quién le interesa si elijo leer o jugar en la computadora hasta las 4 de la mañana y después dormir hasta quien sabe qué hora?-
Bailaré conmigo al ritmo de los 50's y 60's. Y si después deseo llorar por algún amor perdido...¡Lo haré!
Caminaré por la playa con un traje de baño que se estira sobre el cuerpo regordete y haré un clavado en las olas dejándome ir, a pesar de las miradas de compasión de las que usan bikini. Ellas también se harán viejas, si tienen suerte...
Es verdad que a través de los años mi corazón ha sufrido por la pérdida de un ser querido, por el dolor de un niño, o por ver morir una mascota. Pero es el sufrimiento lo que nos da fuerza y nos hace crecer. Un corazón que no se ha roto, es estéril y nunca sabrá de la felicidad de ser imperfecto. Me siento orgullosa por haber vivido lo suficiente como para que mis cabellos se vuelvan grises y por conservar la sonrisa de mi juventud, antes de que aparezcan los surcos profundos en mi cara.
Ahora bien, para responder la pregunta con sinceridad, puedo decir: -¡Me gusta ser vieja, porque la vejez me hace más sabia, más libre!-.
Se que no voy a vivir para siempre, pero mientras esté aquí, voy a vivir según mis propias leyes, las de mi corazón. No pienso lamentarme por lo que no fue, ni preocuparme por lo que será. El tiempo que quede, simplemente amaré la vida como lo hice hasta hoy, el resto se lo dejo a Dios.
Anónimo

Cuenta una antigua leyenda que un niño que estaba por nacer le dijo a DIOS:


Me dicen que me van a enviar mañana a la tierra ¿Pero como viviré tan pequeño e indefenso como soy?
Entre muchos ángeles, escogí a uno para tí, que te estará esperando. Y él te cuidará.
Pero dime, aquí en el cielo no hago más que cantar y sonreír. ¿No basta para ser feliz?
-Tú ángel te cantará, te sonreirá todos los días y tú sentirás sus manos y serás feliz.
¿Cómo entender lo que la gente me habla, si no conozco el extraño idioma que hablan los hombres?
Tu ángel te dirá las palabras más dulces y más tiernas que puedas escuchar y con mucha paciencia y cariño te enseñará a hablar.
¿Y qué haré cuando quiera hablar contigo?
Tu ángel juntará tus manitos y te enseñará a hablarme.
He oído que en la tierra hay hombres malos, ¿Quien me defenderá?
Tu ángel te defenderá aún a costa de su propia vida…
Pero estaré siempre triste porque no te veré más Señor.
Tu ángel te hablará de mi y te enseñará el camino para que regreses a mi presencia, aunque yo siempre estaré a tu lado.
En ese instante, una gran paz reinaba en el cielo, pero se oían voces terrestres, y el niño, presuroso repetía suave:
Dios mío, si ya me voy, dime su nombre, ¿cómo se llamará mi ángel? Su nombre no importa, tú le dirás : MAMÁ.

LA ABUELITA

 
La abuela se fue a vivir con su hijo, su nuera y su nieto de cuatro años. Sus manos temblaban, su vista se nublaba y sus pasos flaqueaban. la abuela y su familia se reunían todos los días para comer; pero sus manos temblorosas y la vista enferma le causaban dificultades para alimentarse. La comida caía de su cuchara al suelo y, cuando intentaba tomar el vaso, derramaba el contenido sobre el mantel.El hijo y su esposa se cansaron de la situación. "Tenemos que hacer algo con la abuela", dijo el hijo. "Ya he tenido suficiente. Derrama la leche, hace ruido al comer y tira la comida al suelo". Así que el matrimonio decidió poner una pequeña mesa en una esquina del comedor. Ahí, la abuela comía solo mientras el resto de la familia disfrutaba a la hora de comer. Como la abuela había roto varios platos, su comida se la servían en un tazón de madera. De vez en cuando, miraban hacia donde estaba la abuela y podían ver algunas lágrimas sobre su rostro triste, mientras intentaba alimentarse sola. Sin embargo, las únicas palabras que la pareja le dirigía eran fríos llamados de atención cada vez que dejaba caer el tenedor o la comida.El niño de cuatro años observaba todo en silencio.Una tarde antes de la cena, el papá observó que su hijo estaba jugando con unos trozos de madera en el suelo. Le preguntó: "¿Qué estás haciendo, hijo?" Con la misma dulzura el niño le contestó: "Ah, estoy haciendo un tazón para ti y otro para mamá para que cuando sean como la abuela, yo les pueda servir la comida en ellos. Sonrió y siguió con su tarea.Las palabras del pequeño golpearon muy fuerte a sus padres, quebrantando sus corazones de tal forma que quedaron sin habla. Las lágrimas rodaban por sus mejillas y a pesar de que ninguna palabra se dijo al respecto, ambos sabían lo que tenían que hacer.Esa tarde el esposo tomó gentilmente la mano de la abuela y lo guió de vuelta a la mesa de la familia. Por el resto de sus días ocupó un lugar en la mesa junto a ellos. Y, por alguna razón, el matrimonio no se molestaba más cada vez que el tenedor se caía, la leche se derramaba o se ensuciaba el mantel.
Los niños son altamente perceptivos. Sus ojos observan, sus oídos siempre escuchan y sus mentes procesan todos los mensajes. Si ven que proveemos un hogar feliz para todos los miembros de la familia, ellos imitarán esa actitud por el resto de sus vidas. Los padres y madres deben escucharlos, ya que muchas veces Dios nos quiere llamar la atención o decirnos algo a través de ellos, no seamos orgullosos pensando que sólo son niños, tengamos la suficiente sabiduría para analizar y meditar el mensaje que un niño nos puede dar. Seamos constructores sabios y modelos a seguir.He aprendido que la actitud y las palabras de un niño, pueden cambiar una vida. He aprendido que aún tengo mucho que aprender.
"Cuando derramas amor, las personas que lo reciben jamás olvidarán lo que les hiciste sentir” y habrás logrado lo más hermoso: la sonrisa y la aprobación de Dios”

"Plegaria de San Francisco de Asis "


No te enamores de una mujer que

No te enamores de una mujer que...
No te enamores de una mujer que lee, de una mujer que siente demasiado, de una mujer que escribe... No te enamores de una mujer culta, maga, delirante, loca. No te enamores de una mujer que piensa, que sabe lo que sabe y además sabe volar; una mujer segura de sí misma. No te enamores de una mujer que se ríe o llora haciendo el amor, que sabe convertir en espíritu su carne; y mucho menos de una que ame la poesía (esas son las más peligrosas), o que se quede media hora contemplando una pintura y no sepa vivir sin la música. No te enamores de una mujer a la que le interese la política y que sea rebelde y sienta un inmenso horror por las injusticias. Una a la que le gusten los juegos de fútbol y de pelota y no le guste para nada ver televisión. Ni de una mujer que es bella sin importar las características de su cara y de su cuerpo. No te enamores de una mujer intensa, lúdica y lúcida e irreverente. No quieras enamorarte de una mujer así. Porque cuando te enamoras de una mujer como esa, se quede ella contigo o no, te ame ella o no, de ella, de una mujer así, JAMAS se regresa".
Martha Rivera



LA VIEJA ATORRANTA

· 
LA VIEJA ATORRANTA
Hace muchos años, cuando era psicólogo muy joven, trabajé en algunos geriátricos. (...) Muchos de ustedes trabajarán o habrán trabajado en alguna institución, y sabrán que lo que tiene que hacer todo el que trabaja en un establecimiento al ingresar es ir a la cocina, porque la cocinera es la que está al tanto de todo lo que pasa.Más que los médicos incluso.
Llegué, entonces, una mañana, me dirigí a la cocina y, como era habitual, le pregunté a la cocinera.-¿Y, Betty, alguna novedad? -Sí, doctor- me llamó así aunque soy licenciado-. ¿Ya vio a la vieja atorranta?
-No - le dije asombrado-. ¿Entró una abuela nueva?
-Sí, una viejita picarona.
Me quedé tomando unos mates con ella y no volví a tocar el tema hasta que entró la enfermera y me dijo:-Gaby, ¿ya viste a la atorranta?-No -le respondí.-Tenés que verla. Se llama Ana.
Lo primero que me llamó la atención fue que utilizara, para referirse a ella, el mismo término que había usado la cocinera:
atorranta. Pero lo cierto es que habían conseguido despertar mi interés por conocerla. De modo que hice mi recorrida habitual por el geriátrico y dejé para el final la visita a la habitación en la que estaba Ana.
En esa hora yo me había estado preguntando de dónde vendría el mote de vieja atorranta. Supuse que, seguramente, debía ser una mujer que cuando joven habría trabajado en un cabaret, o que tendría alguna historia picaresca. Pero no era así. 
Cuando entré en su habitación me encontré con una abuela que estaba muy deprimida y que casi no podía hablar a causa de la tristeza. Su imagen no podía estar más lejos de la de una vieja atorranta. Me acerqué a ella, me presenté y le pregunté: -Abuela, ¿qué le pasa? Pero ella no quiso hablar demasiado; apenas si me respondió algunas preguntas por una cuestión de educación. Pero un analista sabe que esto puede ser así, que a veces es necesario tiempo para establecer el vínculo que el paciente necesita para poder hablar. Y me dispuse a darle ese tiempo. 
De modo que la visitaba cada vez que iba y me quedaba en silencio a su lado. A veces le canturreaba algún tango. Y, allá como a la séptima u octava de mis visitas la abuela habló: -Doctor, yo le voy a contar mi historia. Y me contó que ella se había casado, como se acostumbraba en su época, siendo muy jovencita, a los 16 años con un hombre que le llevaba cinco. Yo la escuchaba con profunda atención. -¿Sabe? -me miró como avisándome que iba a hacerme una confesión-, yo me casé con el único hombre que quise en mi vida, con el único hombre que deseé en mi vida, con el único hombre que me tocó en mi vida y es el hombre al
que amo y con el que quiero estar. Me contó que su esposo estaba vivo, que ella tenía ochenta y seis años y él noventa y uno y que, como estaban muy grandes, a la familia le pareció que era un riesgo que estuvieran solos y entonces decidieron internarlos en un geriátrico. Pero como no encontraron cupo en un hogar mixto, la internaron a ella en el que yo trabajaba, y a él en otro. Ella en
provincia y él en Capital. Es decir que, después de setenta años
de estar juntos los habían separado. Lo que no habían podido hacer ni los celos, ni la infidelidad, ni la violencia, lo había hecho la
familia. Y ese viejito, con sus noventa y un años, todos los días se
hacía llevar por un pariente, un amigo o un remisse en el horario de visita, para ver a su mujer. Yo los veía agarraditos de la mano, en la sala de estar o en el jardín, mientras él le acariciaba la cabeza y la miraba. Y cuando se tenían que separar, la escena era desgarradora.
¿Y de dónde venía el apodo de vieja atorranta? Venía del hecho de que, como el esposo iba todos los días a verla, ella le había pedido autorización a las autoridades del geriátrico para ver si, al menos una o dos veces por semana, los dejaban dormir la siesta juntos. Y entonces, ellos dijeron: -Ah, bueno... mirá vos la vieja atorranta.
Cuando la abuela me contó esto, estaba muy angustiada y un poco
avergonzada. Pero lo que más me conmovió fue cuando me dijo, agachando la cabeza:-Doctor, ¿qué vamos a hacer de malo a esta edad? Yo lo único que quiero es volver a poner la cabeza en el hombro de mi viejito y que me acaricie el pelo y la espalda, como hizo siempre. ¿Qué miedo tienen? Si ya no podemos hacer nada de malo. Conteniendo la emoción, le apreté la mano y le pedí que me mirara. Y entonces le dije:-Ana, lo que usted quiere es hacer el amor con su esposo. Y no me venga con eso de que ¿qué van a hacer de malo? Porque es maravilloso que usted, setenta años después, siga teniendo las mismas ganas de besar a ese hombre, de tocarlo, de acostarse con él y que él también la desee a usted de esa manera. Y esas caricias, y su cara sobre la piel de sus hombros, es el modo que encontraron de seguir haciéndolo a
esta edad. Pero déjeme decirle algo, Ana: ése es su derecho, hágalo valer. Pida, insista, moleste hasta conseguirlo. Y la abuela molestó.
Recuerdo que el director del geriátrico me llamó a su oficina para
preguntarme: -¿Qué le dijiste a la vieja?-Nada- le dije haciéndome el desentendido- ¿Por qué?
La cuestión fue que con la asistente social del hogar en el que estaba su esposo, nos propusimos encontrar un geriátrico mixto para que estuvieran juntos. Corríamos contra reloj y lo sabíamos. Tardamos cuatro meses en encontrar uno. Sé que, dicho así, parece poco tiempo. Pero cuatro meses cuando alguien tiene más de noventa años, podía ser la diferencia entre la vida y la muerte.
Además ella estaba cada vez más deprimida y yo tenía mucho miedo de que no llegara. Pero llegó. Y el día en el que se iba de nuestro geriátrico fui muy temprano para saludarla, y e cuanto llegué, la cocinera me salió al cruce y me dijo: -No sabés. Desde las seis de la mañana que la vieja está con la valija lista al lado de la puerta. -Yo me reí. Entonces fui a verla y le dije: -Anita, se me va. Y ella me miró emocionada y me respondió: -Sí doctor... Me vuelvo a vivir con mi viejito. -Y se echó en mis brazos llorando.-Ana- le dije- Nunca me voy a olvidar de usted. Y como habrán visto, no le mentí.
Jamás me olvidé de ella, porque aprendí a quererla y respetarla por su lucha, por la valentía con la que defendió su deseo y porque gracias a esa vieja atorranta, pude comprobar que todo lo que había estudiado y en lo que creía, era cierto: que se puede pelear por lo que se quiere aunque se deje la vida en el intento. Y además, porque la abuela me dejó la sensación de que, a pesar de todas las dificultades, cuando alguien quiere sanamente y sus sentimientos son nobles, puede ser que enamorarse sea realmente algo maravilloso y que el amor y el deseo puedan caminar juntos para siempre.
Dejemos el prejuicio y la crítica...seamos tolerantes
( del libro "Encuentros" de Gabriel Rolón)

"Queridos jóvenes, no tengan miedo a casarse. 14-2-2014.Roma.

"Queridos jóvenes, no tengan miedo a casarse.
14-2-2014.Roma.
"Queridos jóvenes, no tengan miedo a casarse. Unidos en matrimonio fiel y fecundo, serán felices". "El miedo de una elección definitiva es un miedo general, propio de nuestra cultura, en la que todo cambia y nada dura. "¿Cómo se cura el miedo al para siempre?": "Con pequeños pasos, crecimiento común, compromiso de volverse hombres y mujeres maduros".El amor es una relación que crece y "se construye como una casa" en conjunto. "Juntos, no solos".Debemos alejarnos de "los sentimientos de arena, que van y vienen" y generar una unión basada en "una roca sólida". "La cortesía conserva el amor. Parece fácil decir gracias, la enseñamos a los niños, pero después olvidamos esa palabra. No es fácil entrar con cortesía en la vida de los otros. Pero el amor verdadero no se impone con dureza ni agresividad". "El secreto del amor es nunca terminar el día sin hacer paz. Recuerden, nunca terminen el día sin hacer paz. No terminemos nunca la jornada sin pedir perdón. Es habitual pelear entre esposos, que vuelen platos. Sabemos que no existe la familia perfecta, ni el marido perfecto, ni la esposa perfecta, ni hablemos de la suegra perfecta. Aprendamos a reconocer nuestros errores y a pedir perdón: perdón si levanté la voz, si no saludé, si llegué tarde, si me olvidé". "Matrimonio tiene que ser una linda fiesta, pero con Jesús, no con un espíritu mundano. Algunos están más preocupados por señales externas, como el vestido, las fotos, las flores y el banquete". Hago hincapié en el "trabajo artesanal y diario" que implica la unión, y en la tarea de fomentar que "el otro crezca"."Los hijos tendrán herencia de un papá y una mamá que crecieron juntos, haciéndose el uno al otro, más hombre, más mujer".

FELIZ DÍA DE LOS ENAMORADOS


FELIZ DÍA DE LOS ENAMORADOS
A los que, Dios, sin saber cómo ni por qué
os hizo coincidir en la encrucijada de vuestros senderos.
A los que, aún con dudas o dificultades,
sabéis que, el amor, alcanza más brillo y hasta más quilates
cuando, con el perdón, han sido superadas y olvidadas.
FELIZ DÍA DE SAN VALENTÍN
Porque, juntos, frente a frente y de la mano,
soñáis y avanzáis en la misma dirección.
Porque diseñando un horizonte común
arrojáis detrás de vosotros
aquello que es noche, desencanto y oscuridad
para adentraros bajo un techo que os cobija
¡FELICIDADES! ¡FELICIDADES!
A los que, de una forma u otra,
estamos enamorados de algo o de alguien
De lo que hacemos y de lo que idealiamos
De lo que nos sostiene y de aquello que nos conmueve
De lo que nos realiza y de lo que nos empuja
¡FELICIDADES! ¡FELICIDADES!
Que, al fin y al cabo, cuando se apaguen las luces del mundo
se encenderán, en aquel ancho y esperado cielo,
las lámparas que fuimos encendiendo
en pequeños gestos o sencillos detalles
en los rostros de aquellos que quisimos
en aquellos que, DIOS, puso a nuestro lado.
A seguir amando y sin miedo
Es lo mejor que podemos hacer....aunque a veces cueste.

Te amo dijo El Principito....



"Te amo" - dijo el principito... -"Yo también te quiero" - dijo la rosa. -"No es lo mismo" - respondió él... ..."Amar es la confianza plena de que pase lo que pase vas a estar, no porque me debas nada, no con posesión egoísta, sino estar, en silenciosa compañía. Amar es saber que no te cambia el tiempo, ni las tempestades, ni mis inviernos. Amar es darte un lugar en mi corazón para que te quedes como padre, madre, hermano, hijo, amigo y saber que en el tuyo hay un lugar para mí. Dar amor no agota el amor, por el contrario, lo aumenta. La manera de devolver tanto amor, es abrir el corazón y dejarse amar." -"Ya entendí" - dijo la rosa. -" No lo entiendas, vívelo" - agregó el principito. *¨) ¸.•*¨)
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El hijo colocó a su madre en un asilo....

María del Carmen San Lucas Peñaherrera
Había una familia compuesta por padre, madre e hijo. Después del fallecimiento del padre, el hijo colocó a su madre en un asilo. Sin paciencia para darle atención a su madre viejita, deseando aprovechar la vida y usando como justificación la falta de tiempo, él la visitaba solamente de vez en cuando.
Un día, él recibió una llamada del asilo, informándole que su madre se estaba muriendo y fue corriendo para verla antes de que falleciera. Al llegar el hijo le preguntó: "- Deseas que haga algo por tí, madre?
La madre le dijo: "- Quiero que coloques ventiladores en el asilo porque aquí no tienen. Y quiero que compres refrigeradoras nuevas también, para que la comida no se dañe más... Muchas veces, a lo largo de estos años, dormí sin comer nada!"
El hijo, muy sorprendido y aturdido, le dijo: "- Pero ahora me estás pidiendo estas cosas, madre? Cuando estás muriendo? Por qué no me pediste antes?"
La madre, muy triste, lo miró profundamente y respondió: "- Hijo mío, me acostumbré con el el hambre y el calor, pero mi miedo es que tú no te acostumbres, cuando estés viejo y tus hijos te coloquen aquí..."

Historia de “La Oma”, famoso chamamé

Historia de “La Oma”, famoso chamamé

Monumento a La Oma
Monumento a La OmaDe simple poesía y profunda belleza, la reconocida canción “La Oma” ha sido interpretada a través de los años por varios artistas del repertorio folclórico argentino. Pero detrás de esta copla, cuya fama la ha llevado a ser reconocida como el himno chaqueño, se esconde la historia de una verdadera mujer que vivió y trabajó aquellas tierras de nuestro país.
La Oma que inspira esta canción fue una mujer llamada Marta Hoffner, hija de inmigrantes alemanes que llegaron a América en busca de un futuro más próspero y escapando de las injusticias de la guerra.
Marta Hoffner nació en Brasil, el 12 de Octubre de 1907. Fue la quinta hija de un matrimonio alemán que se instaló en la colonia suizo-alemana, Santa Catalina, establecida al sur de Brasil. Ya en su juventud, la joven Marta conoció a quien sería su compañero, Armando Rabe, un joven alemán que llegaba de Europa con su familia en busca de trabajo y paz. Sin embargo, la familia de Rabe no permaneció mucho tiempo en Brasil y, en busca de mejores tierras, se trasladaron hacia los países limítrofes. Primero incursionaron en Uruguay y luego, finalmente, se instalaron en la localidad de San Bernardo, en la provincia deChaco.
Dos años después de que Marta y Armando se vieran obligados a separarse por la distancia, la pareja volvió a encontrarse cuando
Marta Hoffner, La Oma
Marta Hoffner, La Oma
Marta decidió dejar Brasil e instalarse también en la provincia chaqueña. La pareja entonces se asentó en los campos argentinos y tuvieron tres hijos, dos mujeres, Ana y Gerda y un varón, Martín.
Marta adoptó el sobrenombre de “Oma” ya de mayor, puesto que significa “abuela” en alemán. Debjo de sus arrugas y de la piel curtida de trabajar bajo el sol, La Oma escondía sus rasgos áridos, su piel blanca y sus ojos azules y transparentes. Además de criar a sus tres hijos, trabajaba arduamente la tierra de sol a sol. En el monte chaqueño, el matrimonio cultivabaalgodón y criaba vacas, aves de corral, gallinas y chivos.
En los años 50, Armando Rabe se separa de Marta y se instala en la provincia deBuenos Aires, junto con su hijo Martín. Las hijas de La Oma también abandonan el hogar años después, cuando Ana se muda a Estados Unidos y Gerda se instala en la ciudad, lejos del monte chaqueño.
Así, en su rancho de adobe, rodeado del infinito e inhóspito monte, La Omapasaba su vida sola, con la única compañía de su loro, Pedro.
En el año 1975, el grupo folclórico “Los Altamirano“, compuesto por los hermanos Daniel, Julio y Mario son invitados a la provincia de Chaco y recibidos por el doctor Esteban Alejandro Mauro, para quien trabajaba la hija de Marta,Gerda. Para agasajar a los invitados, Mauro le pide a “La Oma” que prepare un chivito y es así como se da el encuentro que marcaría el nacimiento de una de las canciones más famosas de nuestro país.
Los Altamirano, autores de la poesía La Oma
Los Altamirano, autores de la poesía La Oma
Daniel Altamirano se vio fascinado e inspirado por la vida de esta mujer luchadora y solitaria y compuso la poesía “La Oma“, a la cual, años más tarde, el trío San Javier le añadiría el ritmo de chamamé y finalmente, en 1977, “La Oma” se estrenaría bajo la interpretación de “Los 4 de Córdoba” con un éxito rotundo.
En los versos de La Oma, se cuenta la historia de la mujer de campo, trabajadora que carga con una familia y lucha a la par de su hombre cultivando la tierra, por lo que no es difícil imaginar el por qué de la aceptación masiva del público.
El 19 de noviembre de 1994, Marta HoffnerLa Oma, fallece a la edad de 87 años y sus restos se encuentran en el cementerio de San Bernardo, en Chaco.