sábado, 27 de mayo de 2023

SIN ESCARAPELA NI BANDERA

Sin escarapela ni bandera.

 Este año no lo siento, no logro rescatar la emoción con que cada 20 de mayo colgaba la bandera y me calzaba  la escarapela en la solapa. Durante muchos años ahí quedaban hasta después del 17 de agosto, era tanto lo que las quería que alargaba su despedida. Le he regalado banderas a muchos de los que quiero. Me han regalado lindísimas escarapelas , muchas mi entrañable amiga Susanetta y la última mi nuera Flor y las guardo con muchisimo cariño porque valoro que me asocien con ella. Pero este año quedarán en casa. Estoy cansada. Aburrida de un país que no supo defender la excelencia, que lleva años de decadencia, de falta de interés , de agotamiento moral.
La pobreza toca no solo las ollas de los vulnerables, sino también el alma de todos los ciudadanos que hemos perdido las ganas.
Cuando hablo de las ollas de los vulnerables no pienso en las hordas de los piqueteros que endiablan a diario la vida de los laburantes de verdad. Entre banderas rojas y costosas y munidos de camperas, carpas y reposeras con logo de punteros diversos, atascan permanentemente las calles y el agobiado ánimo de los que aún la luchan. Pienso sí en los hambrientos y olvidados de tantos puntos del país, del que queda lejos, del que pocos recuerdan.
Pienso en los políticos carentes de toda creatividad, en la mediocridad que los atraviesa a todos, sin excepción. En vez de plataformas solo veo una danza grotesca de egos. Obscenos. Eso son. 
Pienso en un pueblo que no aprendió a votar. Somos  44 ... 45... millones de no ciudadanos. Ni el censo de Marco Lavagna logró salir medianamente airoso de tanta chanchada. 
Siento un profundo hastío. Tengo 64 años y siento que como casi todos los de mi generación, merecíamos otro país.  Como les digo a veces a los chicos :  " yo ya no vivo en el país en el que me crié " Ésta no es la Argentina que nuestros abuelos nos inculcaron a querer, en algún momento nos la empezaron a robar". No quiero ni pensar,  a veces, en la que tendrán que transitar mis nietos.
Y ya no se trata de plata, de bienestar económico. No es buscando eso que se han ido los argentinos que en el último tiempo decolan incesantemente de Ezeiza. La gente se está yendo buscando algo de normalidad.
Estamos naturalizando aberraciones, nos mienten descaradamente y los periodistas repiten y repiten hasta el hastío esas mentiras, para habilitarlas o para despotricar contra ellas, sin darse cuenta de que sería mucho más eficiente y valorado que no las multiplicaran 150 veces por hora.
Pienso en nuestros lejanos próceres y el dolor me pellizca el corazón. Sé que no soy la única con esta tristeza que hace rato nos embarga a muchos.

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