miércoles, 14 de enero de 2015

Dr. Esteban Laureano Maradona - Vida y Documental.


Esteban Laureano Maradona Villalba (n. Esperanza, provincia de Santa Fe 4 de julio de 1895 – m. Rosario, Argentina 14 de enero de 1995) fue un médico rural, naturalista, escritor y filántropo argentino famoso por su modestia y abnegacíon, que pasó cincuenta años en una remota localidad de Formosa, Estanislao del Campo, ejerciendo la medicina. 

Su vida fue un ejemplo de altruismo. Colaboró con las comunidades indígenas en varios aspectos: económico, cultural, humano y social. 

Es autor de obras científicas sobre antropología, flora y fauna. Renunció a todo tipo de honorario y premio material viviendo en la humildad y colaborando con su dinero y tiempo con los más menesterosos, a pesar de que pudo haber tenido una cómoda vida ciudadana, gracias a sus estudios y a la clase social a la que pertenecía. 

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Era descendiente de varios próceres de la provincia de San Juan. De Plácido Fernández Maradona, que fue gobernador en varias ocasiones y ministro de Nazario Benavídez, y de José Ignacio Fernández de Maradona (ambos hijos de español Francisco Fernández de Maradona c.c. Francisca Arias de Molina y Jofré, arribado de San Pedro de Arante, España, en el año 1748), jesuita y primer diputado electo por el pueblo de San Juan al ser reputado como el "mejor probidad" ante la Junta Grande de 1810 en Buenos Aires. Su madre se llamaba Petrona Encarnación Villalba Sosa y era hija de Esteban Villalba, de origen santiagueño. ëste había trabajado muchos años a cargo del cuidado de la hacienda de la familia Ezeiza, quienes al regresar al país de su exilio político, encontraron que no sólo don Esteban Villalba había cuidado su hacienda en su ausencia, sino que la había duplicado. Gracias a su honestidad, los Ezeiza le otorgaron grandes cantidades de patacones de plata a don Esteban, que luego de ello, costeando el río Paraná, se detuvo por la zona de Barrancas y Coronda, ambas en la provincia de Santa Fe, y compraron hectáreas de campo. 
 Cerca de allí, en 1895, en Esperanza, provincia de Santa Fe nació su nieto, Don Esteban Laureano Maradona Villalba. Su padre, Waldino Maradona, sanjuanino, había llegado a ser senador de Santa Fe. Muy amigo de Domingo Faustino Sarmiento, el historiador Juan Manuel Cervera narró su historia en la obra "Waldino B. Maradona, un civilizador de provincia", también fue maestro, periodista y productor rural. Su madre, Encarnación Villalba, era de familia estanciera. Esteban Laureano pasó entonces su infancia a orillas del río Coronda, donde su padre se desempeñaba como maestro en la estancia Los Aromos. Allí aprendió jugando a vivir en el monte, cazar y pescar. 
Ya mayor, cursó sus estudios primarios y secundarios repartiéndose entre Santa Fe y Buenos Aires. En esta última ciudad se recibió de médico en 1928 e instaló un consultorio, pero luego lo trasladó a Resistencia, en aquel entonces capital del Territorio Nacional del Chaco, donde además se dedicó al periodismo en el diario La Voz y a realizar exploraciones y estudios de botánica en la isla del Cerrito Argentino. Entre 1931 y 1932, dio un ciclo de conferencias sobre seguridad laboral en el marco de la Ley de Trabajo. Esto le trajo problemas con el gobierno militar de aquel entonces, ejercido por el presidente Uriburu, razón por la cual decidió viajar al Paraguay. En ese momento empezaba la guerra del Chaco (1932-1935), sostenida por Paraguay y Bolivia, y Maradona decidió anotarse como médico camillero prestando auxilio a los soldados de ambos bandos, pues, según sus palabras, el dolor no tiene fronteras. Al llegar a Asunción las autoridades lo metieron preso por sospecharlo de espía, sin embargo con el tiempo le creyeron y llegó a ser jefe del Hospital Naval de Asunción. También redactó el reglamento de Sanidad Militar del Paraguay y tuvo tiempo para ocuparse de la colonia de leprosos de Itapirú. En Asunción, se comprometió con la que fue la única novia que se le conoce, Aurora Ebaly, sobrina del presidente paraguayo, pero ella fallecería de fiebre tifoidea el 31 de diciembre de 1934. 
Con la culminación de la guerra en 1935 se decidió a retornar a su país, a pesar de los pedidos del gobierno paraguayo, que con premios y homenajes, intentó convencerlo de que se quedara dado el gran aprecio que se había ganado. Había proyectado ir hasta Formosa y allí tomarse un tren a Salta para luego ir a Tucumán donde visitaría a su hermano, y por último ir a Buenos Aires e instalar un consultorio en Lobos, provincia de Buenos Aires, donde vivía su madre. 
La Historia.
Parecía una parada más. Pero la modorra del convoy se sacudió por los gritos y las manos que se levantaban con más angustia que aires de bienvenida, y clamando sin mucha esperanza por un milagro en aquel paraje olvidado…un médico. Un hombre delgado, de apenas 1, 53 m, se alisó los cabellos oscuros y lacios y con voz amable y firme bajó de inmediato a ofrecerse como tal. Tiempo después, el mismo recordaría su encuentro con su Formosa de monte e indios donde pasaría los siguientes 50 años de su vida con estas palabras y esta sencillez: “Había que tomar una decisión y la tomé. El tren que me llevaba a Tucumán, donde vivía mi hermano, estaba a punto de arrancar Yo estaba en el andén del Paraje Guaycurri (que con los años sería Estanislao del Campo) cuando vi muchas manos que se alzaban suplicantes y voces ininteligibles que me llamaban en idiomas diferentes. Entonces me subí a un sulky tirado por una mujer cincuentona muy preocupada y me dejé internar en la maleza. Poco después, como dijeron por allá, le había “salvado” la vida a una indiecita que después se me presentó como Mercedes Almirón y que hoy vive en Tucumán rodeada de sus nietos y sus bisnietos. Un parto distócico había estado a punto de terminar con ella y con el bebé. Fue entonces cuando decidí perder mi pasaje en el tren, que aún me aguardaba, y no volver nunca a las comodidades de mi consultorio en Buenos Aires. La bienvenida me la dieron indios, criollos y algún que otro inmigrante, todos enfermos, barbudos, harapientos. Yo mismo me di la bienvenida a ese mundo nuevo, aún a riesgo de mi salud y mi vida.”
dijo:Cuando yo llegué empezaron los problemas. Todo esto era monte, sólo había cuatro o cinco ranchos y estaba todo rodeado de indios, que por otra parte me querían matar. Tanto que uno de ellos, que era famoso, me agarró de las solapas y me sacudió, amenazándome. Pero nunca les tuve miedo ni me demostré asustado. Y no por dármelas de valiente. Sino que soy así nomás. Pero con la palabra dulce y la práctica de la medicina, tratando las enfermedades, dándoles tabaco y consiguiéndoles ropas, las cosas fueron cambiando. Así los traté hasta hoy. Me remangué, me metí en el monte sin ningún temor, arriesgando mi vida y también mi salud. 

Revista Historias de la Argentina secreta (1986)[/quote] 
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Sin otro adorno que su simple sencillez narró siempre aquel instante que no sólo cambió su vida sino que mejoró para siempre la de miles de habitantes de las selvas de Formosa y Chaco, y que alcanzó a indios tobas, matacos, mocovíes y pilagás, a criollos y a inmigrant es. No fue poco: logró erradicar de ese olvidado rincón del país los flagelos de la lepra, el mal de Chagas, la tuberculosis, el cólera, el paludismo y hasta la sífilis, que él entendía como el mal aportado por la civilización, a la que por eso llamaba “sifilización”. Para lograr sus objetivos, juntó lo que podía y como podía de la ciencia médica traída de la Universidad de Buenos Aires, sus propios y extensos estudios como naturalista, su ingenio y su creatividad y trabajó con métodos y remedios caseros, escribiendo su propia versión del sanitarismo cuando enseñó a sus queridos indios a fabricar ladrillos, a edificar sus casas y a cuidar de su salud. 

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Y en el monte y las tolderías se escribió el capítulo más admirable de este hombre de extraordinaria riqueza y fuerza espiritual volcada en amor a su prójimo más necesitado. Su labor no se circunscribió solamente a la asistencia sanitaria: convivió con ellos, se interiorizó de las múltiples necesidades que padecían y trató de ayudarlos también en todos los aspectos que pudo: económicos, culturales, humanos y sociales. Realizó gestiones ante el Gobierno del Territorio Nacional de Formosa y obtuvo que se les adjudicara una fracción de tierras fiscales. Allí, reuniendo a cerca de cuatrocientos naturales, fundó con éstos una Colonia Aborigen, a la que bautizó “Juan Bautista Alberdi”, en homenaje al autor de “Las Bases . . .”, colonia que fue oficializada en 1948. Les enseñó algunas faenas agrícolas, especialmente a cultivar el algodón, a cocer ladrillos y a construir sencillos edificios. A la vez, los atendía sanitariamente, todo, por supuesto, de manera gratuita y benéfica, hasta el extremo de invertir su propio dinero para comprarles arados y semillas. Cuando edificaron la Escuela, enseñó como maestro durante tres años, hasta que llegó un docente nombrado por el gobierno. 

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Inevitablemente alguien lo llamó un día cuando su historia trascendió el monte “el Albert Schweitzer de los tobas y matacos”, y su comentario al respecto ayuda a conocerlo sin necesidad de comparaciones ociosas: “Nunca pude entender quién inventó esas macanas de que yo era como Ghandi o de que era el Albert Schweitzer d e la Argentina —comentaba—, eso no me causa gracia porque yo odio el exhibicionismo en cualquiera de sus manifestaciones. Yo soy sólo un médico de monte, que es menos aún que un médico de barrio”. “Schweitzer sí era un hombre ilustre, él sabía música; era un eximio organista, más allá de su gigantesca obra en África. Y cómo pueden compararme con Ghandi, justamente con él, que con la no violencia salvó a todo el pueblo. Y a mí, sólo por haber cumplido con mi deber, me quieren hacer fama, justamente a mí, que siempre me creí el más inútil de los 14 hermanos. Cómo voy a ser un hombre ilustre si de chico fui retraído, taciturno; fui mal alumno, desordenado, rebelde, solitario y de carácter fuerte. Era medio desobediente y a veces prefería quedarme pintando abajo de un ombú antes que leer libros”. 

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Era además un apasionado de las ciencias naturales. Inspirado por la riqueza natural del monte formoseño, escribió una veintena de libros, la mayoría inéditos, sobre etnografía, lingüística, mitología indígena, dendrología, zoología, botánica, leprología, historia, sociología y topografía. Varias veces le ofrecieron puestos; nunca prestó conformidad. En 1981 un jurado compuesto por representantes de organismos oficiales, de entidades médicas y de laboratorios medicinales, lo distinguió con el premio al “Médico Rural Iberoamericano”, que se adjudicaba acompañado de importante suma de dinero. Rechazó a ésta de plano, y en el mismo acto de la entrega, logró que con ese fondo se instituyeran becas para estudiantes que aspiraban a ser médicos rurales. Cuando ya era anciano, el gobierno quiso destinarle una pensión vitalicia; tampoco aceptó. Su norma inquebrantable de conducta rezaba “todo para los demás, nada para mí”. 
Dr. Esteban Laureano Maradona - Vida y Documental.


Fue postulado tres veces para el Premio Nobel y recibió decenas de premios nacionales e internacionales, entre los que se cuenta el Premio Estrella de la Medicina para la Paz, que le entregó la ONU en 1987. Sin embargo, no le importaban los honores. Había escrito su historia en el silencio, y la fama lo asaltó tiñendo su figura de ribetes legendarios y valores espirituales alejados de las sociedades de este tiempo, que paradójicamente lo admiraron por ello. Esa notoriedad le fue tan ajena como los homenajes o las retribuciones dinerarias: simplemente no alteraba su vida ni la aceptaba como algo merecido o que valiera la pena. En una carta dirigida a Eduardo Bernardi, al referirse a los premios, escribió: “Es todo humo que se disipa en el espacio”. Sus frases, siempre amables y sin altisonancias, son en sí mismas un legado más para la reflexión cuando ya su figura es una ausencia grande: 

“Si algún asomo de mérito me asiste en el desempeño de mi profesión, éste es bien limitado; yo no he hecho más que cumplir con el clásico juramento hipocrático de hacer el bien”. 
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A los 90 años, cuando los dolores de un cuerpo ya entumecido le hicieron partir a su pesar, se despidió sencillamente de “su gente” y se tomó un ómnibus para Santa Fe. Las crónicas nos dicen que las autoridades lo detectaron y le consiguieron una ambulancia para que completara el viaje. Llegó tan mal que fue necesario internarlo por un mes, y pidió expresamente a su familia que siempre fuera en un hospital público. Casi 9 años después, pisando el siglo de vida, con la lucidez que lo acompañó siempre resumió su vida en un párrafo cuya sencillez y grandeza estremecen: “Así viví muy sobriamente cincuenta y tres años en la selva, hasta que el cuerpo me dijo basta. Un día me sentí morir y me empecé a despedir de los indios, con una mezcla de orgullo y felicidad, porque ya se vestían, se ponían zapatos, eran instruidos. Creo que no hice ninguna otra cosa más que cumplir con mi deber”. Dos lecciones y a cual más grande: una vida de entrega y trabajo y una humildad igualmente épica. 

dijo: 
" ..Vuelvo con las manos vacías, 
todo lo he dado. 
Luz de las estrellas para alumbrar 
el camino. 
Mi corazón humilde se lo ofrecí 
al destino. 
Regreso pobre de amor, de ensueños 
y de esperanzas. 
Una carga de lágrimas sólo 
he traido, un dolor puro y santo 
como un niño dormido."
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Sus últimos años.

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En 1986 enfermó y debió trasladarse a la ciudad de Rosario, donde vivía su sobrino. Llegó en un estado calamitoso por lo que debió internarse inmediatamente en un hospital. Ya de alta se fue a vivir con la familia de su sobrino de donde no se mudaría más. 

En sus últimos años recibiría muchos homenajes y distinciones y no aceptaría ningún tipo de pensión vitalicia. Murió de vejez, a los 99 años, en Rosario, pero sus restos se guardan en la ciudad de Santa Fe en el panteón de su familia Maradona-Villalba. 

Un poeta de su ciudad natal, Esperanza, le dedicó en vida unas estrofas que, como reconocimiento popular, recorrieron la región: 
Sea quichua, toba u ona, 
La tribu no importa mucho; 
La caridad llegó al indio 
Por manos de Maradona.


Maradona fue velado en el Palacio de la Municipalidad de Rosario, ciudad que lo había nombrado "ciudadano ilustre" y en la mañana del día siguiente trasladado a Santa Fe. 

Su inhumación tuvo lugar el día 15 de enero de 1995 en la necrópolis de ésta. Como expresión del duelo y de la adhesión oficial, concurrieron al acto el gobernador de la Provincia y el intendente de Santa Fe. Sin embargo, al igual que la vida del prohombre, la ceremonia fue sencilla y humilde. Previa una misa de cuerpo presente celebrada en la capilla, y ya frente al panteón, alguien que lo admiraba recitó una poesía alusiva a la Muerte y seguidamente habló su amigo Abel Bassanese, después de lo cual se depositó el cadáver en el panteón de la familia. 

Extraída de una grabación magnetofónica, enviada por el señor Erasmo Trangoni, de LT9 Radio Santa Fe, a la Escuela Nº 591, trascribimos a continuación la oración fúnebre, que en representación de los amigos del doctor Maradona, pronunció Abel Bassanese: 

dijo: 
Señoras, Señores: 
No tengo representación de institución alguna, ni pública ni privada, para hablar en este acto. Pero lo hago por dos razones: primero, porque entiendo que en las exequias de los grandes hombres cualquier ciudadano honesto puede hacer uso de la palabra, para expresar sus ideas y sentimientos sobre el difunto y su vida. Y segundo, porque si bien no tengo ninguna representación institucional, sí poseo una que las resume a todas . . .: 
Hablo en nombre de los más antiguos amigos del doctor Maradona que aún permanecemos en vida. De aquéllos que a lo largo de muchos años, en las tórridas jornadas del interior de Formosa, tuvimos la dicha de ser iluminados con las luces de su inteligencia, de disfrutar las delicias y bondades de su espíritu, de ser enaltecidos con su cariño y amistad, sin falsías ni retaceos, de conocer su desinterés por las cosas materiales y de emocionarnos con las exteriorizaciones de su infinita filantropía. 
Porque así, con todas esas virtudes, como un paradigma del ser humano ideal, fue Maradona. Vivió con extrema sencillez, trabajó con singular humildad e hizo el bien a cuantos pudo, sin alardes ni estridencias de ninguna especie. Ejerció su profesión como un verdadero y exigente apostolado, a tal extremo que quizá haya superado a los mejores de todos los tiempos, a aquéllos que dieron lustre y dignidad a la práctica de la medicina en nuestra tierra. 
Ese quehacer y esas virtudes ya le habían ganado, hace años, el pedestal de la inmortalidad. Y últimamente, rodeado del cariño de sus familiares, disfrutaba la tranquilidad de un condigno retiro, al que ocupaba para perfeccionar y completar algunos de los numerosos libros que escribió. Así pasó sus días, hasta que se fue, silencioso y humilde como había vivido. Fue fiel a su naturaleza hasta para llegar a la misma sepultura. 
El destino pareció serle propicio. Tuvo una larga existencia, como la de los antiguos patriarcas bíblicos, y como algunos de éstos, sobrevivió a su obra y pudo comprobar la recompensa de un reconocimiento unánime, traducido en muchos homenajes, que nunca había buscado y ni siquiera soñado.
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Distinciones y homenajes.

Dr. Esteban Laureano Maradona - Vida y Documental.


1941 Orden Nacional del Mérito con el grado de Gran oficial del ejército paraguayo. Siendo otorgado por el Presidente Higinio Morínigo (Paraguay) por su colaboración voluntaria durante la Guerra Paraguayo-Boliviana 

1953 Diploma Honorífico, otorgado por el Centro Cultural Paraguayo por su desinteresada labor en la guerra del Chaco Boreal. 

1950 Premio al Médico Rural Iberoamericano (premio otorgado por representantes de organismos oficiales, entidades médicas y laboratorios medicinales). Rechazó el dinero para que fuera donado en becas a jóvenes médicos rurales formoseños. 

1977 Miembro Honorífico de la Sociedad de Médicos Escritores (sede en París). 
Premio Florián Paucke de la provincia de Santa Fe. 

1987 Premio Estrella de Medicina para la Paz de las Naciones Unidas. 
Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de Rosario. 

En 1988 y 1993 fue propuesto al Premio Nóbel de la Paz. 
Nombrado Ciudadano ilustre de la ciudad de Rosario. 

1994 Medalla, diploma de honor y placa recordatoria otorgada por el Senado de la Nación Argentina. 

1994 Pensión vitalicia otorgada por el Congreso de la Nación Argentina (ley 24.387, del 22 de noviembre de dicho año). 

El 20 de abril de 1996 el Correo Argentino emitió en su homenaje un sello con su retrato con la leyenda "Médico abnegado y generoso". 

Varias calles, escuelas y plazoletas en Formosa, Rosario y en su ciudad natal, Esperanza, llevan su nombre. 

La humilde casa en la que vivió en Estanislao del Campo fue declarada monumento histórico por el gobierno de Formosa. 

El 27 de junio de 2001, el Congreso de la Nación Argentina sancionó la ley 25.448, instituyendo el 4 de julio como Día Nacional del Médico Rural, conmemorando el natalicio del doctor Esteban Laureano Maradona.
 



"...Con el oxígeno del aire y el agua que viene del cielo me basta. No tengo motivos de queja..." 

Esteban Laureano Maradona



1 comentario:

  1. Una entrada muy interesante, escrita de forma sencilla, muy completa y concisa a la vez que invita a leer hasta el final. Muy bueno Cheryl.

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